Por primera vez, como rito propiciatorio, aparece un volumen que reúne los cuentos de Garibay, el género más identificatorio de la prosa y la gana del autor. Aquí transcurren sus obsesiones: la infancia, fiera o tierna; la búsqueda afanosa de la palabra exacta o descripción intransferible; el choque de los sexos; la apertura de brechas hacia el mundo femenino; el juego de los ensayos; la violencia vencida o peor, ninguneada. Pero aquí también se pasea un escritor sin dogmas literarios ni casado con un estilo, que si bien deja en libertad a sus personajes, no deja de arrinconarlos para que den de sí; un escritor que, lejos de la imagen de argumentista formidable, también sabe darle campo a la reflexión y la conjetura. Narraciones sin tregua, sus cuentos anuncian pero no entregan personajes, atmósferas, tramas, expresiones. Por la mágica rotundez con que aborda el género, tarde o temprano los cuentos de Garibay deberán ocupar un sitio de memoria en una sociedad con mejores lectores.