Era un niño, de ojos oscuros y mirada seria, con una marca de nacimiento en el cuello ?una baya de marrón cálido? y con un rostro gentil, demasiado tranquilo y atento para su corta edad. Los zapatos desgastados; los calcetines gruesos sujetados en las rodillas; los pantalones cortos, rectos, con tres pequeños e inútiles botones en el costado; la playera de marinero; la vieja gorra abollada y deformada, colocada de costado en la parte superior de la cabeza que era como un cuervo; la vieja y sucia bolsa de lona colgada del hombro, vacía ahora, pero esperando las crujientes y arrugadas hojas de la tarde ?estas amigables y desgastadas prendas, moldeadas por Grover, lo expresaban a él. Se dio la vuelta y pasó por el lado norte de la plaza y en ese momento vio la unión entre el Siempre y el Ahora?.