Lucho Villavicencio, el pensador de potrero, solía decirle a su compadre Liborio Zamora que, durante toda su vida, cargó con esta pregunta: ¿Cómo es que los primeros inmigrantes, y los que llegaron después, no salieron huyendo luego de la primera noche de pleitos rabiosos con la pandilla de moscos que reinaba a mansalva en esta planicie de matorrales y de sol desparramado?