A finales de los años cincuenta, la autora de este libro y el artista Alberto Beltrán trabajan juntos en un proyecto decididamente costumbrista: una crónica semanal en el suplemento dominical del diario Novedades. En ese momento el costumbrismo vivía momentos de gran prestigio, y a los viejos hábitos de diversión y ritos de la capital se les recordaba con añoranza y respeto. Asidos a la tradición, ponen de relieve la riqueza oculta y perceptible de Xochimilco, el bosque de Chapultepec, San Ángel, Coyoacán, el Paseo de la Reforma, los oficios pintorescos, los arquetipos y estereotipos urbanos, el mundo todavía vinculado al siglo XIX. Las crónicas de esta autora son apuntes incisivos, divertidos, plenos de gracia formal, que transmiten la alegría y la curiosidad de los paseantes que siempre localizan lo distinto en lo tantas veces contemplado.