La historia de las hermanas Bennet, conlleva un padre indolente, una madre histérica e irresponsable, la presencia elegante y varonil de Fitzwilliam Darcy, y un plantel de secundarios absolutamente deliciosos. No es de sorprender que causara de inmediato un tremendo revuelo en los cenáculos literarios de Londres, donde se valoró muy positivamente la novela. Elizabeth Bennet ya no es la damisela inválida, es una mujer inteligente, independiente, crítica, maliciosa, divertida, sensata, aventurera y sincera. Se divierte con las tonterías a las que se ven abocados sus coetáneos por las imposiciones sociales, no le importa demasiado quedarse soltera, se burla del amor a primera vista, aprende de sus errores, es implacable con las cadenas sociales que atenazan a sus congéneres y asume desde el principio que ella es la dueña de su vida. Hoy parece poca cosa, pero hace doscientos años todas las muchachas de Inglaterra aprendieron, con Elizabeth Bennet, a decir que "no" y que se tomara como un "no", a no sentirse arrastradas por una madre absurda, a no sentirse intimidadas por el poder, la clase o el dinero, a respetarse a sí mismas y a presentarse ante el mundo sin nada de lo que avergonzarse.