Nunca es tarde si la dicha es buena, y dichosa y extraordinaria es la circunstancia de tener en mis manos un libro de poesía cuya edición, de alguna manera, provoqué.
Ponchito, Poncho, Alfonso García Cortez, mi sobrino político, gateaba, literalmente, entre libros, "ordenando" en furtivo silencio la incipiente librería El Día, mientras de la trastienda fluía el suculento y voluptuoso aroma de los guisos que su abuela doña Tomasa, mujer jalisciense de recio carácter, preparaba con sumo esmero y que en más de una ocasión despertaba la curiosidad de los clientes que se veían inmersos en una tmosfera en la que se conjugaban esencias básicas nutritivas a las que debe aspirar todo mortal.
Alfonso García Cortez nació entre libros y fue testigo de tiempos heroicos, aquéllos en los que la familia López-Cortez y García-Cortez, empeñados en echar a andar una librería que era un proyectoeconómico e ideológico y que, a su vez, tenía mucho de aventura, vivían en régimen de comuna, en un esfuerzo colectivo cuyo principal salario era el cotidiano yantar, con jornadas de doce horas los trescientos sesenta y cinco días del año. Corría la década trascendente de los setenta, años en los que la librería protagonizaba su realismo mágico organizando las primeras y singulares exposiciones de las ediciones de libros soviéticos y chinos, y creando su apendice ambulante con el romántico nombre de "Cultura y Vida" que se proponía llevar el conocimiento a las colonias de Tijuana, con un gran idealismo y un marcado e ilusorio objetivo docente.
Éste fue parte del entorno vivencial del poeta en su infancia, guiado por la figura patriarcal edl abuelo, artífice principal sde la aventura libresca que influyó en el despertar de su sensibilidad, orientando sus inquietudes intelectuales.
Llantería (de llando, no ed llanta) es un libro de poemas alejado del lenguaje críptico y de la metáfora hermética, que nos acerca con gran lirismo a las cosas sencillas y subjetivamente importantes de la vida, a los acontecimientos cotidianos, a los tangible y a lo onírico, a través de la desnuda sensualidad de la palabra. El goce de la poesía, como todo arte, es el feliz encuentro con la emoción, que el poeta, en este caso, transmite y cuya valoración está directamente relacionada con la mayor o menor capacidad receptiva del lector.
Sirva este breve e inevitable prólogo a los deseos expresos del autor, cuya vehemente petición no sólo celebro con profundo agrado, sino que me permite rendir un homenaje a los que hicieron posible que la inicial aventura librera, el íntimo, cálido mundo de su infancia, cristalizase en la realidad de hoy.
V. Alfonso López Camacho
Noviembre 2001