Mujeres barbudas, gitanos, sibaritas, camareros, obreros indios, bohemios, visionarios, fanáticos, impostores y toda clase de almas perdidas circulan en este recopilatorio de veintisiete crónicas publicadas en la sección del New Yorker exóticos de la ciudad. Personajes todos de carne y hueso que conforman un fresco extraordinario de los años treinta, cuarenta y cincuenta del siglo pasado, una época dorada en la que se fraguó el gran crisol que fue y sigue siendo la ciudad de Nueva York. La fabulosa taberna de McSorley es el mejor ejemplo de la crónica periodística norteamericana.