Vacaciones de verano de 1935. En la casa de campo de la familia Tallis, el señor se encuentra en Londres y la madre se ha encerrado en su habitación con migraña. Briony, la hija menor, observa desde una ventana cómo el intenso calor empieza a teñir de amarillo la finca. Cecilia, su hermana, se sumerge en ropa interior en el agua de la fuente ante la perpleja mirada de Robbie Turner, el hijo de la criada.
Esta escena muda destapará las pasiones ocultas de todos los personajes y romperá la apacible convivencia de los habitantes de la mansión. Comienza así una perdurable historia de amor que nos envuelve y que recorre todo el libro. La observadora se convierte entonces en la «autora» de esta historia, que combina la perspectiva del niño con la prosa del adulto y juega siempre a mezclar realidad y ficción. Hacia el final de la obra, Briony sabrá expiar sus culpas ingresando como enfermera en uno de los muchos hospitales londinenses que acogen la avalancha de heridos procedentes de las playas de Dunkerque. Uno de ellos es el propio Robbie Turner; otro, el sargento McEwan, padre de Ian.
Una obra maestra en la que conmoción, amor, culpa y sacrificio discurren en torno a unos personajes tan profundos como el propio narrador.
Álvaro Manso