Desde tiempos inmemoriales el hombre se dio cuenta de que, después de frotar con un paño un tipo de resina llamado ámbar, ésta adquiría la capacidad de atraer objetos ligeros. En griego, ámbar se dice elektron, y de esta palabra se deriva electricidad. Estas líneas anuncian uno de los hallazgos científicos más importantes por sus repercusiones para el desarrollo de la civilización moderna: la relación entre la electricidad y el magnetismo.