Diecisiete cuentos -aparecidos entre 1945 y 1955- claramente diferenciados en estructura y propósito integran El Llano en llamas. Los lugares y acontecimientos nos conducen a equívoco si pensamos sólo en la geografía y la historia de la región natal de Juan Rulfo. Se trata, por el contrario, de protagonistas que viven en circunstancias extremas, pero nacidos de la imaginación del autor, más cercanos a su conocimiento de la literatura contemporánea que a otras coordenadas. De ahí su interés universal. La gestación de estas narraciones coincide con el momento en que Rulfo concibe Pedro Páramo, pero no hay relación entre universos literarios tan diferentes. Muchos de los personajes de estos cuentos, por lo demás, parecen creados para hablar desde una pieza teatral: diálogos y monólogos llevan la carga de lo narrado, con las poderosas peculiaridades de una psique y un habla de realismo tan intenso como ficticio, pues se trata finalmente del lenguaje literario de su autor. "Nos han dado la tierra", con un nombre de resonancias bíblicas, alude al desengaño de sus protagonistas, no tan distintos a nosotros. En "La Cuesta de las Comadres" la venganza se hace discurso y acción simultáneos. El narrador de "Es que somos muy pobres" sabe que una pérdida material desencadenará un destino familiar implacable. En "El hombre", de estructura muy compleja, dos asesinos insertos en una cadena de recíprocas venganzas parecerían dialogar a distancia, aunque sólo imaginan sus obligados pensamientos. "El Llano en llamas", el cuento más extenso, ofrece intensos episodios de acción narrados por un protagonista envilecido con la violencia que lo arrastra hacia un final del que será redimido por una mujer y el hijo desconocido. En "Diles que no me maten", favorito de Grass y Canetti, un asesino pudo eludir su conciencia, pero no las penalidades y la cita pospuesta. "Luvina", un ambiguo monólogo en el que un viejo desencantado parece hablar con un joven, quizá él mismo, sirvió a Rulf