Esta extraordinaria suite de seis piezas de ensayo literario personal, en la que el mecanismo de la escritura es protagonista, escritas con gesto irónico y lúdico, socarrón y tempestuoso, si bien críticas y realistas, siguen la estela de autores para quienes la crítica social es compatible con una dosis de autoflagelación. Digamos G. K. Chesterton o Karl Kraus. En ellos se une la reflexión personal a la vivencia contemporánea para intentar la ansiada fusión entre vida y literatura. Sin más armas que la beligerancia de ánimo y una prosa de filo, Luis Bugarini ejecuta estos apuntes sobre lo que sucede a su alrededor, en un entorno en el que la falta de confianza y la disrupción constante interrumpe la comunicación con el otro. La poesía aún destella como una épica personalísima para escapar al naufragio colectivo porque al final la escritura y la poesía son las que carecen de cualquier culpa. "Bugarini posee la imaginación prosística más acentuada de su promoción. Y no es privilegio menor teniendo al lado plumas tan consumadas, entre sus contemporáneos, como Yuri Herrera, Antonio Ortuño, Daniel Espartaco o Rogelio Guedea. Quizá lo que destaca en el perfil de Bugarini es que ha sabido marchar con igual acierto por el intrincado camino del ensayo y la literatura comparada. No es fácil absorber y practicar con la tenacidad que ha hecho el autor dos tradiciones que, por alguna razón estúpida, todavía hay quienes se obstinan en imaginarlas contrapuestas: crítica y creación". Ricardo Sevilla, Excelsior. "Luis Bugarini es un escritor anómalo. No lo digo yo, lo reconoce él mismo. Alguien lo calificó así en una ocasión, y aunque al principio le pareció que lo demeritaba, después le agarró el gusto y ahora se salpica en el lodo del adjetivo (son palabras suyas), pues define muy bien su forma de concebirse a sí mismo, de acercarse a la literatura y de concebir lo que escribe". Guillermo Vega Zaragoza, Revista de la Universidad de México, UNAM.