Hay lugares que se dislocan. Sin importar sus coordenadas geográficas, nos acompañan a todas partes sus imágenes, sonidos, olores y personajes. Así era Dublín para James Joyce . Aunque su autoimpuesto exilio lo llevó a vivir la mayor parte de su vida adulta fuera de Irlanda, su materia narrativa estaba fuertemente enraizada en su ciudad natal. Esta recopilación de cuentos no es la excepción. En ella captura, de manera verista y transparente, las nimiedades de la vida cotidiana de esa ciudad que regresa a él en fragmentos . Al acercarse a estos relatos, el pintor Luis Argudín encontró eso : fragmentos. No historias circulares y cerradas, sino jirones, pequeños pedazos de la vida de los Dublineses. El procedimento que siguió para generar las obras que acompañan esta edición fue, en cierta medida, similar al de Joyce: plasmar las imágenes que naturalmente regresaban a él, las que más lo habían impactado e inpregnado . A partir de ese desdoblamiento de la imagen literaria , Argudín nos ofrece impresiones inmediatas y espóntaneas, a la manera de un cuaderno de bocetos de un artista. De ahí que haya optado por utilizar técnicas diversas con una nota común: el distanciamiento intencional de las imágenes y medios que pueblan su obra con regularidad. La paleta también es atípica dentro de su producción pictórica . No una variada policromía sino tonos grisáceos y ocres. Ése es el ambiente que el artista percibe en toda la obra literaria, influenciado en parte por los recuerdos que mantiene del Reino Unido durante los años que ahí residió : un ambiente gris, húmedo y frío. Así ocurre que las imágenes no sólo está presente el Dublín del que Joyce hace eco , sino tambien la Irlanda que Argudín vivió y que regresa a su memoria. n