A mis amables lectores les anuncio que esta es una obra hija del sufrimiento: el de México porque no encontramos el camino; y mi pequeña senda de dolor persona que, a veces, me asfixia. Estoy seguro que para edificar las bases de una nación libre en serio, auténticamente, y sin las ataduras de los complejos, es necesario destruir antes los cimientos podridos; de no hacerlo, el colapso será mucho mayor. Por eso escribí este libro, confiando en su benevolencia, para saber que, cuando menos y tras largas travesías, no hemos arado en el mar.