Describiendo las surrealistas alucinaciones, el insomnio y las visiones de pesadilla que experimentó mientras consumía grandes dosis diarias de láudano, el legendario relato de Thomas De Quincey sobre los placeres y los tormentos del opio forjó un vínculo entre la autoexpresión artística y la adicción, y allanó el camino para futuras generaciones de escritores que experimentaron con el consumo de drogas, de Baudelaire a Burroughs.