Desde su creación, en 1887, Sherlock Holmes permeó rápidamente en la cultura popular. Debido a su estrafalaria personalidad, su viveza de ingenio, su incomparable razonamiento deductivo y su fiel acompañante, el Dr. Watson, se convirtió en un personaje emblemático de la novela policiaca y en un referente de notable influencia para la mayoría de las obras posteriores inscritas en este género, tanto de la literatura como del teatro, el cine y la televisión. Arthur Conan Doyle, a través de las aventuras de su famoso personaje, aborda diversos temas: el asesinato cometido en circunstancias misteriosas, hechos insólitos -absurdos incluso- que al ser explicados por el detective adquieren plena verosimilitud, la recuperación de un objeto robado, la localización de una persona desaparecida, la frustración de los propósitos de un chantajista. En todos esos casos, Holmes, para fascinación de los lectores, despliega sus extraordinarias dotes de observación de indicios de cualquier índole y reconstruye los sucesos con amplitud y eficacia para llegar a la verdad de aquello que permanecía hasta entonces como un enigma.