En la cima de una montaña hay un país llamado País de Alto. Al pie de esa misma montaña está el País de Bajo. Los habitantes del País de Alto y los del País de Bajo son muy diferentes entre sí: unos distraídos, los otros muy prudentes y apurados. Entre ellos no hay contacto ni comunicación, hasta que un buen día se desencadena una tormenta de viento, nieve, lluvia y confites, y la vida (y las cosas) de la gente de ambos países quedará inevitablemente mezclada.