En 1961 fue fundado el Teatro La Mama en Nueva York. Ellen Stewart, su apasionada promotora, era lo opuesto a un típico productor neoyorquino: era mujer, era negra y no tenía dinero. En poco tiempo La Mama se transformó en una importante organización de teatro experimental gracias a la filantropía neoyorquina. La fiebre fue tal que se pensó en una Mama para cada capital del orbe. Uno de los sitios elegidos fue Bogotá. Durante cinco años la franquicia colombiana brilló, pero en 1969 la política precipitó una ruptura definitiva con la casa matriz neoyorquina. Una obsesión unía a todos estos personajes: sentía una intensa atracción por el teatro. El objetivo de este libro es comprenderla y aprovecharla para elaborar un retrato histórico del siglo XX.