Si algo distingue a la obra de Virginia Woolf (1882-1941), es la representación de la realidad como algo fluido, múltiple, inconmensurable. Al faro refleja ese mundo literario que parecía pertenecerle en su integridad. Un universo novelístico en que los personajes son más verdaderos que reales, inconfundibles en sus gestos, en el ambiente que crean alrededor suyo; personajes que más que verlos imaginativamente en el desarrollo de la novela, se sienten vivir, moverse, hablar; cada uno brilla por su aura, de dentro hacia fuera, con una esencia interior que los rodea como un resplandor, como un halo misterioso.